Sin duda, pienso en Nabokov. Pienso en su obra cumbre, en Ada o el ardor porque en esa obra, como en el fuego que arde en el interior de Ada del Moral, está la pasión literaria, la pregunta que arde en la zarza, pero que ahora la consume y la convierte en algo distinto, en otra realidad, en un nuevo tiempo.
Tal y como me cuenta Ada, para ella la literatura transforma el mundo, o mejor, se anticipa a la realidad y la adelanta. Como con las hermanas Brontë o Jane Austen que crearon un hombre que no existía, y ahí, en cierto modo, la realidad imitó al arte y el hombre que vino después decidió imitar al que ellas habían creado. Es como si (la literatura) sentara las semillas de lo que no existía, mundos que no existían y que existen primero en los libros y después en la realidad. La realidad imita al arte. Porque es verdad que el arte imita la realidad, pero también que genera realidad. Es física cuántica, al fin y al cabo, un viaje de ida y vuelta, el observador que cambia la realidad observada.
Mientras su gato Crispín se pasea entre los libros y mordisquea el manuscrito en el que trabaja Ada y yo seguimos hablando y en la charla nos explica que cree que, en cierto modo, el arte es inútil. Pero que lo interesante de la literatura, del arte, es que solamente le sirve a aquel que en un momento determinado es sensible a ella. Y eso genera le una sensación de suspense que le lleva a pensar que nunca desaparece, que permanece a la espera de quien tenga la sensibilidad necesaria para convertirla en algo “útil”, necesario. Como el arpa en el poema de Bécquer.
Ada nos cuenta que la literatura es la sangre y en su texto para el libro de ¿Por qué la literatura? nos dice que nació con una intranquilidad, como una sed, que solo calmaban las historias y que desde su infancia se desdibujaron los límites entre realidad y ficción, entre las distintas realidades que iba descubriendo. En todo, porque como Ada nos sigue diciendo, la literatura está en todo, “En la comida y en la bebida, en el sexo y en la basura”.
Seguimos charlando sobre el proyecto, sobre como lo hemos visto crecer, sobre las redes que estamos creando entre todos y que, estoy seguro, llevarán la pregunta a todos lados y multiplicará la inmensa minoría de Juan Ramón. Porque, como insiste Ada del Moral, “La literatura es un enamoramiento y escribir sobre lo que te gusta transforma lo que escribes en algo vivo, en algo que palpita; como una botella de vino”.