Héctor Abad Faciolince siempre te saluda con una sonrisa en la boca, historias en las manos y palabras que cuentan historias y conversan abiertas a escuchar. Héctor es una de esas personas que te hacen sentir cerca, conversando en la intimidad de la amistad y con miles de historias que en cualquier momento pueden entrar en la conversación.
Hablamos de cómo el arte de escribir, la forma precisa de contar, de encontrar cada palabra y unirlas en armonía para contar bien las historias se convierte en esa parte útil de la literatura, en ese lugar en el que los científicos, los médicos, los investigadores pueden contarnos lo que han descubierto, pueden explicarlo gracias al uso imaginativo y preciso de las palabras, del mismo modo que los cronistas de indias trasladaron los increíbles descubrimiento que hacían en la América de aquellos tiempos, contaban con sus viejas palabras para que los europeos conocieran aquel mundo inmenso, fascinante y desconocido para ellos.
En esas historias de los cronistas, en las propias historias, familiares, en los cuentos que rodean cada movimiento es en el que respiramos, en el que estamos sumergidos sin darnos cuenta, sin ser consciente de que pensamos y sentimos y entendemos a través de las historias, de las ficciones en las que estamos sumergidos como los peces lo están en el agua y la literatura es el arte de esa ficción en la que todos nadamos, en la que estamos inmersos; la literatura es la decantación de aquello en lo que estamos sumergidos, de esas miles de palabras que tejen millones de historias que nos cuentan quienes somos, quien es cada uno de nosotros.
La memoria que se agita en la mente del otro, agita las propias, las cambia, los convierte en lo que son frente al tiempo, frente al “olvido que seremos”; la lectura nos despierta, nos lleva a nuestra propia vida, a nuestra propia experiencia. Y lo hace porque los poetas, los narradores, son como grandes antenas que tratan de percibir lo que ha pasado, lo que está pasando, lo que pasará para traducirlo en las palabras precisas y contarlo con la música y la armonía precisa, para que nos envuelva, para que sintamos el embrujo en el que caemos al leer, del que uno ya no escapa nunca. Y que nos hace ponernos en el papel de los demás, entender, tratar de entender al otro: la falta de compasión es una falta de imaginación, dice Héctor.
Charlamos sobre el proyecto, sobre “¿Por qué la literatura?” y sobre como todos los escritores nos hemos unido con verdadera pasión y compañerismo y sentido de misión para trasladar esta idea que nos envuelve, que casi nos envenena, para ponerla en medio de la sociedad, de cualquier conversación que siempre se produce como parte de esa ficción que nos rodea y de lo que nos hablaba Héctor al principio de la conversación.
Hablamos de Literatura para ponerla en medio de la sociedad, de cualquier conversación que siempre se produce como parte de esa ficción que nos rodea
Antes de despedirnos Héctor me lee un poema de Lope de Vega que habla de la compañía, de la amistad y felicidad que nos dan los libros. La tiene en un rincón de su librería, “Venturoso rincón, amigos míos, libros queridos” y seguimos con el soneto de Quevedo, aquel en el que nos dice “vivo en conversación con los difuntos/ escucho con mis ojos a los muertos.” Muertos que están vivos, historias y fábulas que nos cuentan el mundo. Seguiremos la conversación, querido Héctor, un abrazo y hasta pronto.