15.01.2021

Ignacio Gómez de Liaño: «La literatura es el arte de la palabra».

Conversar con Ignacio Gómez de Liaño, que me recibe en su casa de Madrid, es hablar con el poeta (poeta, novelista, filósofo…) que, como me dijo nuestro común amigo Álvaro de la Riva al presentármelo, siempre ha tenido un pie en las Artes plásticas. De hecho, uno de los primeros recuerdos de Álvaro con Ignacio es en una gran casa de la Gran Vía madrileña donde en los primeros años 70 se celebraba una performance vanguardista que era un canto al agua. 

Le pregunto por la exposición que el Museo Reina Sofía le ha dedicado y que lleva el nombre del manifiesto que publicó en 1969, “Abandonar la escritura”, con el que Ignacio plantea ir más allá de la escritura convencional, llevar la poesía a la vida, hacer de ella una forma de acción. 

Hablamos de que su manifiesto, su forma de entender el arte y la poesía, son fuente de inspiración para este proyecto que quiere convertir la pregunta y sus muchas respuestas en acción. Como lo fue la poesía pública de Ignacio, sus poemas visuales, sus acciones poéticas; la poesía concreta como lengua supranacional, la poesía experimental con la que Ignacio diluyó los márgenes de las artes y de la propia vida. Como hizo Juan de Tassis, conde de Villamediana, que inspira a Ignacio y que al ser asesinado cerró su vida diciendo “Esto se ha hecho”, siguiendo la forma de  cerrar un texto en el siglo XVII y según contó su amigo Góngora. 

Le propongo a Ignacio crear con él una respuesta a ¿Por qué la literatura? que sea poesía en acción y recoge el guante.  

Paseamos por la memoria de Ignacio que descubre que piensa como a los ocho años, cuando en su primer intento de escribir una novela entendió que la vida rutinaria no es suficiente y que la literatura nos hace vivir más vidas. Como los clásicos, sobre los que ya escribió en su adolescencia que su lectura era la única  forma de conocerse a uno mismo.  

Me dice Ignacio que al preguntarse ¿por qué la literatura? se ha dado cuenta de que fue su madre quien le llevó a la literatura. Pero no solo su madre, también su cocinera, “la Petra”, que, siendo casi analfabeta, le recitaba romances medievales aprendidos en la más pura tradición oral. 

Hablamos de cómo la literatura excede los márgenes de cualquier libro, de cómo nos puede llegar de muchos modos diferentes, como le llegaba a “la Petra” que escuchaba en el mercado los cuentos que aún se cambiaban por monedas. De nuevo la charla y la memoria de Ignacio borran los márgenes de la literatura y del tiempo. Y aparece otra respuesta: “por el disfrute de las historias que se nos cuentan o se nos cantan.” 

Siguiendo esa senda le pregunto por su amistad con Dalí que empezó por la literatura, por la de Ignacio, por “Jasón y los argonautas” y por Giordano Bruno. 

Ese interés por Giordano Bruno nos lleva a una de sus respuestas: “por la memoria”. La conversación la hila con el arte de la memoria de Bruno que es construir edificios mentales donde colocar, con imágenes especiales, las cosas que se quiere recordar. Ignacio vio como eso abre a la poesía una perspectiva enorme. 

La vida de Ignacio es una respuesta a nuestra pregunta, es la literatura convertida en acción y, como dice en el texto que ha escrito para el libro del proyecto, su respuesta puede resumirse en estas tres palabras: Para ser inmortal. Una respuesta que se convierte en círculo, en el afán de que la vida perdure en la poesía del mismo modo que se convirtió la poesía en vida.

Conversación con Ignacio Gómez de Liaño
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